Luego de nuestra estadía en Ciudad Guayana llegamos a la población de San Félix donde nuevamente tuvimos algunos detalles técnicos por lo que nos tuvimos que quedar en la Posada Lalomar, atendida por Yuleisi Farias y su esposo.
Para hacer honor a la verdad San Félix es una ciudad inhóspita pero la hospitalidad con la que nos atendieron en la novel posada fue la mayor compensación. Agradecemos tanto esos sanduches árabes que sabían a gloria. Y la magia continuaba. Luego de un día completo buscando un caucho para mi bici, de esos que se conseguían antes con mucha facilidad, lo encontramos en BiciCaroní quienes gentilmente colaboraron con la causa al dárnoslo sin costo alguno.
Muy temprano en la mañana avanzamos hacia Upata, segunda ciudad de Venezuela que tuvo una prensa, según el folleto ofrecido por la Gobernación del estado Bolívar. Allí fuimos recibidos por una linda chica que nos dio un pedazo de queso con catalina, como si supiéramos que moríamos de hambre. Luego de otra degustación más compensatoria, tuvimos que pernoctar en la Delegación de los Bomberos, quienes estaban preparándose para celebrar su día. Un recio palo de agua nos arrulló hasta la mañana siguiente.
Horas antes de salir de Upata, y gracias a la gestión de mi madre, conocimos a la prima Glena y su hermosa familia la cual nos colmó de atenciones por lo que fue prácticamente imposible negarnos a la invitación de quedarnos una noche en su bella Posada, llamada San Onofre, ubicada a las afueras de la ciudad vía El Manteco. Allí conocimos al catedrático de la madera, el profesor Jesús Muñoz, con quien tuvimos el placer de conocer muchos aspectos ambientales que afectan la zona. También conocimos a María, El Gato y (el fotógrafo).
El paso previo a la Gran Sabana es un tramo de unos 400 km que tuvimos que hacer parte en bici y parte en cola, por las condiciones de la vía ya que son muy angostas y para evitar algunos riesgos que podrían afectar nuestra seguridad, como el caso del Km 88 y Las Claritas, una zona minera que denotaba claras señales de “descomposición social”. Ya en zona segura, luego de la Alcabala de Luepa, la Gran Sabana se dibujo clara, imponente y enigmática, donde nos faltó tiempo para visitar cada emblemático lugar.
La humedad natural de la zona era remozada casi a diario por intermitentes chaparrones que nos obligaban a usar nuestras bicis como tendederos de ropa, mientras fuéramos favorecidos por el sol. Cada pernocta era una aventura, donde el tiempo era etéreo y nuestra capacidad de supervivencia se ponía a prueba a cada momento. El qué comer, por ejemplo, era un asunto que requería de cierta perspicacia, creatividad y negociación. La Gran Sabana es muy cara y los lugareños alegan que es muy difícil adquirir los productos, lo cual nunca pusimos en duda.
Cicloviajeros
Fue en San Francisco de Yuruaní donde conocimos al cicloviajero José Recalde, un ecuatoriano que había entrado a Brasil desde Bolivia, y se dirigía a nuestro bello país. Tenía cerca de tres años rodando y contó que su motivación fue salir de la depresión debido a la muerte de un hijo. El relato fue realmente conmovedor. Increíblemente al avanzar a nuestro siguiente punto de pernocta, la Quebrada Jaspe, dos cicloturistas más: Cassandra Hellberg, de Sudáfrica y Pablo Idro de Chile. Sus historias, aderezadas con improvisadas canciones, nos sedujeron nuevamente.
Los chichos nos acompañaron a Santa Elena. Visitamos los campamentos Yakoo y Petoi, donde pernoctamos. Al día siguiente la meta era Brasil y comer carne en una churrasquería de Pacaraima con los 50 reales que nos regaló un amigo brasilero en el Hotel Plaza Merú. Y por supuesto degustar unas buenas “catiras” (birras) bien frías.
Luego de confirmar la falta de respuesta por parte del Ministerio de Turismo sobre la solicitud que hicimos de dos pasajes para regresar de Manaos a Margarita en el vuelo de Conviasa del 4 de septiembre, la decisión fue regresar en cola, cada uno a sus respectivos lugares de origen: Saúl a Valencia y yo a Margarita. Dos días fueron suficientes para arribar a casa por lo que damos gracias a Dios y a la Virgencita del Valle quienes siempre nos acompañaron.
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